martes, 3 de mayo de 2011

Un día cualquiera.

Él y yo entre las sabanas blancas, suaves y cómodas de su cuarto, la casa y la calle están en silencio, oigo su respiración aún duerme, miro su suave rostro, su dulce cara, sus pestañas largas e infinitas, sus labios, tengo ganas de besarle, pero si le beso y se despierta pensara que soy rara, me da igual, sé qué pensará bien, soy rara ¿Por qué no lo iba a admitir? Me atrevo y le beso, tal y como dije, se despierta, y me devuelve el beso, dulce y dormido me sonríe, me acaricia el pelo, suave y corto, media melena, un poco más largo, para ser exactos, le quiero, me doy medía vuelta, su dedo roza suave mi espalda dibujando corazones perfectos, decide ir a dar una vuelta, nos vestimos, salimos.
-¿A dónde vamos? 
+Donde siempre.
Ese banco color madera, donde apenas hay un rincón para escribir. Por desgracia o por suerte empieza a chispear, le da igual, sigue besándome tan dulce como el primer día, aumentan la cantidad de agua, podríamos decir que estamos realmente mojados.
+ Te quiero.
- Yo más.
+ No, eres una mentirosa.
- ¡Mentira!
Salgo como un rayo corriendo debajo de la lluvia, sin esperarle, el lógico me sigue, como el más tonto, me encanta que me siga, cuando me voy, lo obvio también era que me iba a alcanzar, más que nada porque corre más que yo, me agarra de un brazo, resbala pero no logro escaparme, me mira,
+ ¿Por qué huyes de mí?
- Por qué no te quiero.
+ ¿A no?
- No, Te amo.
Y allí acabamos, debajo la lluvia, sin objeto que nos cubriera, besándonos y abrazados.




No hay comentarios:

Publicar un comentario